domingo, 23 de junio de 2013

Tiempo, respeto y amor



Perder a un bebé cuando estás esperando su llegada es uno de los sucesos más duros por los que una familia puede pasar. Sea cual sea el momento gestacional en el que suceda, el proceso es doloroso. Por otra parte, el entorno no suele ayudar. Tratando de que esa familia se sienta mejor se trata de restarle importancia con frases del tipo "aún sois muy jóvenes" o "ya vendrán más"... Y es así como con la mejor de las intenciones (que esa familia no se sienta tan mal) se consigue el peor de los resultados (que se queden sin la oportunidad de vivir su dolor).

Nombrar lo sucedido, darle un espacio en la experiencia vital y poder recordar el amor sentido hacia esa vida que se va son algunas de las claves para empezar a comprender el proceso y recorrer el camino del duelo.

Parte importante de ese camino comienza en la despedida física. En este sentido, el manejo expectante y la información actúan como protectores emocionales. De hecho, Cristina Silviente en este artículo afirma que "Las mujeres que son informadas, que pueden implicarse en el proceso, tienen mayor sensación de control y mejor adaptación y proceso de duelo"

¿Por qué vivir el duelo?

Cabe preguntarnos sobre nuestra capacidad individual y social para experimentar y concebir el dolor. Mónica Alvarez lo describe como un proceso de amor, porque todo dolor, en el fondo es amor. Y en los casos de pérdidas gestacionales es un amor que no ha podido ser entregado, pero que existe. Cuanto más duele algo, mayor amor hay en el fondo.

Es un proceso duro, pero si se comienza a recorrer y se transita con calma, traerá luz y paz. De lo contrario permanecerá en lo invisible, en algo negado. Y todo dolor negado genera diversos malestares que buscarán otras vías para manifestarse. No se van, simplemente cambian de forma.

Se trata de atravesar ese momento para continuar con la vida, para que la emoción familiar no se quede estancada y ensombrezca todo lo demás.

Tiempo para asumirlo, respeto para despedirse y amor para recordar. 

Alguien muy cercano está atravesando en este momento por esta experiencia y lo están haciendo de una forma ejemplar. Permitiéndose sentir, permitiendose chillar y llorar... despidiéndose... comenzando a elaborar... Ellos han inspirado este artículo y aunque no era mi intención mencionarlos aquí, siento que no puedo dejar de hacerlo. No se cómo están, lo intuyo, pero el mar está demasiado lejos. Mi abrazo desde la otra punta les llega, pero a mi me gustaría tener la oportunidad de llorar también su pérdida. Solo quiero que recuerden que en este momento de oscuridad e incertidumbre no están solos, porque ese bebé que se fue también formaba parte de nuestras vidas. 



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